martes, 5 de julio de 2016

"Como lágrimas en la lluvia", la legendaria escena de Blade Runner en versión Lego.


Como lágrimas en la lluvia... versión Lego



Momentos antes de morir, el replicante Roy Batty dice a Deckard, mientras llueve:



"He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia. Es hora... de morir."


Sidney Perkowitz, escritor del Hollywood Science, alabó el discurso. "Si hay un gran discurso en el cine de ciencia ficción, es el las palabras finales de Batty". También dice que "subraya las características humanas del replicante, mezcladas con sus capacidades artificiales".

Jason Vest, en Future Imperfect: Philip K. Dick at the Movies, alabó la escena. "La diestra interpretación de Hauer roba el aliento con su suave evocación de recuerdos, experiencias y pasiones que han guiado la breve vida de Batty".




“No se porqué me salvó la vida, quizá en esos últimos momentos amaba la vida mas de lo que la había amado nunca. No solo su vida, la vida de todos, mí vida. Todo lo que el quería, eran las mismas respuesta que todos buscamos: ¿De dónde vengo?, ¿a donde voy?, ¿cuanto tiempo me queda?. Todo lo que yo podía hacer era sentarme ahí y verle morir.” Rick Deckard

Blade Runner... la última frontera


Dirigida en 1982 por Ridley Scott, Blade Runner es una combinación de ciencia-ficción y cine negro. La acción se ubica en un lejano año 2019. En una ciudad multirracial dominada por las grandes empresas, la inmigración china y el smog, un policía retirado llamado Rick Deckard es llamado de nuevo a filas. El 
motivo de ello es su habilidad profesional. Deckard erael mejor de los Blade Runners, un cuerpo policial especializado en “retirar” (léase con un tiro en la espalda) a los replicantes, unos robots humanoides en su momento muy útiles y ahora proscritos. Obligado a volver de su retiro, Deckard debe ejecutar las órdenes de una sociedad aterrorizada por el complejo de Frankenstein, y en el proceso deberá enfrentarse no sólo a los replicantes sino también a sus propios miedos.


Blade Runner nos muestra un futuro distópico muy distinto a las limpias escenas de Star Trek o Babylon 5. La pirámide de la Tyrell Corporation, empresa fabricante de los replicantes, domina el skyline de una ciudad llena de smog, oscuridad, edificios abandonados y letreros luminosos que incitan a emigrar (literalmente). Los escasos animales que quedan son sintéticos. El piso de Deckard no es que sea cutre, es que dan ganas de pegarse un tiro. Su trabajo, básicamente matar seres con aspecto humano, no es precisamente lo más adecuado para vivir con una conciencia tranquila, y las palabras “retirada rutinaria de un replicante” no engañan ni por un momento al hombre que dispara el arma por la espalda contra una mujer aterrorizada.
Por su parte, los replicantes no se dedican a desencadenar una orgía de muerte y destrucción (a la Terminator), ni tampoco son esos serviciales robots de Asimov incapaces de desobedecer una orden o de permitir la muerte de seres humanos. La de los replicantes es una historia de supervivencia, una carrera para escapar de la muerte. Enfrentados a una vida limitada que se les acaba, hacen todo lo posible por evitar la muerte. Roy, su líder, se enfrenta a su propio creador en busca de una solución; y no lo hace tanto por él sino por su compañera, la bella Priss. Al final, ciego de ira ante la muerte de sus compañeros, Roy persigue a Deckard, lo arrincona, y cuando lo tiene a su merced… abandona en un instante todo deseo de venganza. La muerte se aproxima, y el replicante lo sabe. Lo siente. Y se despide de la existencia con uno de los párrafos más memorables de la historia del cine:

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora, de morir.
Se cuenta que este solioquio fue improvisado por el actor, y no aparecía en el guión original. Si es así, lo clavó, creando una despedida mítica de la talla del “siempre nos quedará París,” aunque en este caso, lo que es quedar, no queda nada. La despedida de Roy deja a Deckard perplejo, aturdido, incapaz de comprender:
No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que buscamos todos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir

El reparto de la película es, en mi opinión, impresionante. El director es Ridley Scott, que ya contaba a sus espaldas con otra película de ciencia ficción clásica en su género (Alien el Octavo Pasajero). La película está basada en un cuento corto de Philip K. Dick, y la banda sonora es de lo mejorcito de Vangelis. En cuanto al reparto, tenemos en primer lugar a Harrison Ford, y eso ya es decir mucho. Como secundarios, actores de la talla de Daryl Hannah y Edward James Olmos; sin olvidar al replicante Roy, interpretado por Rutger Hauer, que en la versión española cuenta con la extraordinaria voz de doblaje Constantino Romero.
En contraste a otras películas (2001, Terminator), la diferencia entre hombres y robots es cada vez más tenue. Los replicantes son tan parecidos físicamente a los humanos que éstos necesitan echar mano de un test especial, lento y penoso, para poder distinguirlos en base a sus emociones. Los replicantes que Deckard persigue hacen todo lo posible por imitar a los humanos: tienen recuerdos, fotos de familia, sienten ira, tristeza, amor… algo que en teoría no debería suceder. Los deseos de humanidad de los replicantes emulan las mejores obras de Asimov, pero en esta ocasión no hay final feliz, ni para máquinas ni para humanos.

¿O quizá sí? Cuando Deckard termina el trabajo, decide abandonar la ciudad con Rachel, una secretaria de la Tyrell Corporation que al final resulta ser replicante. Gaff, el policía cínico, tiene sus sospechas pero acaba haciendo la vista gorda, no sin antes recordarle a Deckard: “lástima que ella no pueda vivir, ¿pero quién vive?” Deckard se consuela pesando que Rachel es un modelo especial, sin fecha de caducidad. Mientras conduce con rumbo a lo desconocido, Deckard se pregunta “yo no sabía cuánto tiempo estaríamos juntos… ¿quién lo sabe?” Nadie lo sabe. Es la pregunta que nos hacemos todos, y cuya respuesta anhelamos y tememos a la vez.
Aunque puede que alguien sí lo sepa. Quizá Deckard, en el fondo de su alma, esté inquieto por algo que se nos oculta; y es que las cuentas no saben. Al comienzo de la película, se habla de la inflitración de seis replicantes en la Tierra. Uno de ellos murió al intentar infiltrarse en la Tyrell; Deckard “retira” a oros cuatro. Eso nos deja con una duda: ¿dónde está el sexto replicante? El propio director reveló en una ocasión que Deckard es el sexto replicante, si bien hay opiniones discrepantes.

Yo tengo mi impresión particular, pero no se la voy a contar. Sea usted, amable lector, quien llegue a sus propias conclusiones. Déjese seducir por un futuro de ciencia ficción noir, disfrute como cinéfilo de un film que ha creado escuela, explore las posibilidades que se nos presenten… y luego pregúntese lo que significa ser humano, participar como una gota de lágrima en la lluvia que no cesa.

¿Quién sabe?






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