PARTE 1
PARTE 2
Perfil: Diana Uribe, la filósofa que le cuenta la historia del mundo a Colombia
En un país donde tantas mujeres son noticia por sus escándalos y sus medidas 90-60-90, es una bocanada de aire fresco que una filósofa, una amante de la historia, una bogotana bajita, “medio hippie” dirían algunos, “medio nerd” dirían otros, de 53 años y madre de dos hijos, sea noticia.
Para quienes han oído su programa de los domingos a las 10:00 a.m. en Caracol Radio, ella no necesita presentación. Para quienes aún no lo saben, Diana Uribe lleva más de 10 años hipnotizando a los colombianos a través de su programa ‘La historia del mundo’, donde nos cuenta así, “charladito”, las historias que no nos narraron en la escuela.
Quiénes son los kurdos, qué piensan los chechenos, por qué Yugoslavia es estratégica, qué diablos aportó Bob Marley, por qué estamos en deuda con los hippies. En fin. Una Sherezada colombiana que con su voz y su estilo nos da herramientas para ser mejores ciudadanos de nuestro tiempo.
Ahora, Diana Uribe presenta ‘100 momentos que cambiaron el mundo contemporáneo’, dos tomos y 10 cds con su voz, donde narra cien momentos transcurridos durante los siglos XX y XXI que nos ayudarán a entender mejor el mundo de hoy. Ella misma nos define su obra como “formato hamaca”. Es decir, “para echarse a pasar páginas mientras oyen los discos donde narro cien episodios”.
Pero, ¿cómo llegó una profesora aparentemente normal a ser reconocida a nivel nacional? La respuesta parece ser: por ir a fiestas. En efecto, fue al calor de una fiesta cuando se le dio por hablar sobre Yugoslavia, que estaba en plena crisis, y fue tan magnética su explicación que impactó a Pilar Vargas, la esposa de Yamid Amat. ¿Suerte o destino?
El entonces director de Radionet, la contrató para explicarles a todos sus periodistas qué era lo que pasaba en la convulsionada Yugoslavia años 90, “todo lo de los serbios, bosnios y croatas sonaba enredado”, dice Diana. Y el éxito de sus charlas fue tan grande que con el tiempo a César Augusto Londoño se le ocurrió que las conferencias fueran radio. Así nació el programa ‘La historia del mundo’.
En el año 2002 ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por mejor emisión radial, al año siguiente le pidieron ser analista internacional del noticiero Caracol TV cuando comenzó la invasión a Iraq; fue invitada por la Unión Europea a estudiar la reunificación de Alemania y la Japan Foundation la invitó a profundizar en la cultura nipona.
De repente, hasta hubo gente que quiso tenerla como guía turística. “Mi madre trabajó por años con Viajes Hermes. La gente pagaba por viajar con ella a la India, a la China, a Rusia, a Siria, Libia y Egipto, a Turquía, a diversos lugares de Europa Oriental, y ella les iba poniendo en contexto lo que veían”, revela su hijo, el literato de 27 años Santiago Espinosa Uribe.
Entretanto, las editoriales comenzaron a notar que los temas que tocaba Diana en su programa de radio se traducían de inmediato en ventas en las librerías. Esta mujer era un fenómeno. Y como hablaba mejor de lo que escribía, le propusieron hacer libros hablados.
Fue así como su voz, la que aparece en los audiolibros ‘Historia de las civilizaciones’ (2008), ‘Historia de las independencias’ (2009) y ‘La historia en los viajes. Los viajes en la historia’ (2011) comenzó a resonar en los trancones, en los parques, en las universidades...
Si el fenómeno Diana Uribe es real, no se debe a estrategias de mercadeo. Detrás está el sello de una mujer seria, apasionada, minuciosa, que ha entrado a saciar una gran sed de conocimiento, sed de comprensión del mundo que nos rodea. Y eso el público lo agradece. Y lo premia.
En la intimidad
El asaltante puso la pistola en su frente. Ocurrió el miércoles de esta semana al medio día. El ladrón huyó con 10 millones de pesos que Diana Uribe acababa de sacar del banco, y en vista de que pasaron horas sin que la Policía apareciera, su amiga Gloria Ortega decidió usar el poder de Twitter. Un trino dirigido a La Luciérnaga encendió las alarmas y 10 minutos más tarde la Policía llegó.
“Yo le decía a Diana: llora, grita, desahógate, haz lo que tengas qué hacer porque fue una experiencia aterradora”, nos narra Gloria, quien la acompañó aquella tarde tras el robo. “Pero mientras todos estábamos hechos un manojo de nervios, Diana estaba serena. No era una pose. No se estaba haciendo la fuerte, simplemente repetía que le habían robado dinero pero que nadie podía robarle la felicidad. Que se negaba a dejar de ejercer su derecho a la felicidad. Y repetía la última estrofa de un poema de Neruda”, añade su amiga.
“¿Que cómo es ser hijo de Diana Uribe? -nos dice Santiago Espinosa Uribe-. No tuve otra madre, así que compararla es imposible (risas). En nuestra infancia no hubo episodios tipo Hollywood, en los que mi hermana y yo estuviéramos en la cama mientras mamá nos contaba cuentos”.
“Más bien, nuestros encuentros ocurrían en torno a la mesa -prosigue-. Mi madre no fue ama de casa, no es la mujer que viva para evitar que la casa se venga abajo, pero los desayunos con ella fueron los más alimenticios, pues estaban llenos de historias; con cualquier excusa terminaba hablando dos horas de Egipto”.
Cuenta Santiago que aquello era particularmente útil a la hora de hacer tareas para el colegio. “Recuerdo que una vez me pusieron a investigar sobre la Segunda Guerra Mundial, le pregunté a mi mamá y se despachó un discurso de dos horas. Al día siguiente intenté repetirlo tal y como ella lo había contado y me fue de maravilla. Claro que también repite historias y hay que decirle: ¡Mamá, ya nos sabemos esa!”.
Ella, que se casó a los 22 años sin argollas y por lo civil, con el economista Ricardo Espinosa, “con una blusa hindú y unos jeans”, como lo describe la escritora y periodista Virginia Mayer en Kienyke, fue luego una madre de mente abierta.
Ella y su ‘Richi’ fueron inseparables por 30 años hasta que en febrero de 2012, Diana perdió al amor de su vida a causa de la diabetes. Él era un apasionado por la novela negra y los cómics. Su editor en Aguilar, Juan Sebastián Sabogal, asegura que a pesar de todo “Diana siempre sonríe. Habla de él con alegría, lo recuerda todo el tiempo”.
“Mis padres no solo eran esposos, eran amigos, viajaron juntos a todas partes y él era su mejor compañero de estudio. Recuerdo verlos en el comedor, estudiando, haciendo anotaciones, preparando las charlas de mi madre”, cuenta Santiago, quien ya no vive con Diana. Alejandra, la menor, pronto se irá de casa también, por lo que Diana se prepara para tener el “nido vacío”. No obstante, optimista como es por convicción y por naturaleza, quiere “conocer el medio mundo que le falta”. Baila todos los domingos y pronto irá a Australia. Lo demás, es historia. Porque como dice la ‘Oda a la alegría’, de Neruda, que siempre recuerda en los momentos de angustia:
“No se sorprenda nadie porque quiero entregar a los hombres los dones de la tierra, porque aprendí luchando que es mi deber terrestre propagar la alegría”.
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