sábado, 20 de agosto de 2016

Excelente crónica sobre el crimen de las niñas de Alcásser desde una objetividad envidiable.

HISTORIA NACIONAL  DE LA INFAMIA… ALCÁSSER

Ni la maldad engendrada en los hombres fue capaz de destruir vuestras virtudes. 
(Lápida de las niñas asesinadas en el cementerio de Alcàsser).

Satanás tiene rostro. Un rostro con los ojos pequeños e inquietos como los de una comadreja. Con la mandíbula contraída y recia, la frente despejada, los pómulos bien trazados y la boca ratonera. Tiene tatuada la muerte en el brazo derecho y una chinita en el izquierdo. La cara afilada y seca del dolor. El reflejo de la miseria. En las fotografías difundidas por la policía su mirada hipócrita advierte de que algo salvaje y sórdido se esconde tras esa aparente mansedumbre.


ASÍ SE VERÍA ANTONIO ANGLÉS MÁRTINS EN EL AÑO 2014 

La policía dice que el fugitivo es el presunto coautor de un crimen múltiple, con agravante de malos tratos, pero que su pista se perdió en el fondo del mar en 1993 cuando saltó desde un barco que viajaba hacia Irlanda. Los análisis grafopatológicos aseguran que se trata de un narcisista de sensualidad morbosa y cruel. Los psicólogos hablan de impulsividad agresiva y sexual, de acentuación del yo, de sensualidad morbosa y antropofobia erótica. 
Los libros de patología criminal definen sus brutales ademanes como los de un sádico absoluto y un enfermo homicida. Los vecinos de Alcàsser dicen que es "un hijo de puta, un malnacido y un asesino de mierda".
Sus compañeros de parrandas y delitos son incapaces de pronunciar dos fases coherentes. Le llamaban Asukiki, y decían que era "bruto pero enrollao". Los familiares de las niñas que asesinó han perdido la razón o tratan de olvidar. La justicia da carpetazo al caso cerrando el sumario del crimen con un sólo detenido, Miguel Ricart. El diablo es declarado en rebeldía.


ANGLÉS EN LA ÉPOCA DE LOS CRÍMENES

Antonio Anglés Martins, presunto coautor del asesinato de las niñas de Alcàsser, es el diablo. Y como tal desapareció un buen día: sin dejar huella. Sólo un rastro de sangre y dolor. Han pasado seis años desde la matanza, pero Anglés sigue estando considerado el enemigo público número uno.

MATARIFE

Satanás nació en São Paulo (Brasil) el 25 de septiembre de 1966. Nacionalizado español, es el sexto de una familia de ocho hermanos. Una familia que dirigía con mano de hierro. "Yo no vivo, oiga, ojalá lo cogieran", asegura Neusa Martins, madre de Anglés y antaño matarife de aves. "Cuando estaba en la cárcel se portaba bien, pero luego... Si vuelve, nos mata a todos, nos pone una bomba y nos mata, nos da un tiro a cada uno y nos mata. Claro que tengo miedo. Si lo cogieran ya, yo engordaría, engordaría mucho".


LA REINA NEUSA MÁRTINS

Amigos de la familia dicen que el padre era alcohólico, pero no violento. Roberto, uno de los hermanos de Antonio Anglés, explicó a este periódico una teoría según la cual "mi padre murió de tantas palizas como recibió. Antonio le pegó un buen puñetazo y le clavó una costilla en el pulmón. Mucho antes de lo de Alcàsser yo ya consideraba a Antonio el enemigo". "Puede que hubiera incompatibilidad sanguínea entre mis padres", se interrogaba una de las hermanas del asesino tratando de encontrar justificación a la agresiva patología que muestra la mayoría de la familia.


Con 19 años Anglés fue condenado por primera vez por un delito de receptación y encubrimiento de objetos robados. Salió en libertad condicional dos días más tarde. En enero de 1987 fue condenado por el mismo delito a 47 días de prisión, cumpliendo la condena completa. Seis meses después, la acusación fue contra la salud pública por tráfico de drogas, obteniendo la libertad condicional 15 días más tarde. Un año después es condenado a un año de prisión por robo, pena que cumplió prácticamente en su totalidad.
Su carrera como delincuente aumentó en febrero del 90, cuando es detenido y condenado por cometer tres delitos: seis meses por resistencia a la autoridad, otros seis por atentar contra la integridad de un policía y dos más por tráfico de drogas. Ingresa una vez más en prisión, donde es condenado el 13 de agosto de 1990 a ocho años por delitos que tenía pendientes en el juzgado número 1 de Valencia (detención ilegal de una joven y tráfico de drogas). El 3 de enero de 1992 se le concede el primer permiso penitenciario de una semana. Regresa a la cárcel. El 5 de marzo del mismo año le conceden un nuevo permiso de siete días. Jamás volvió a prisión.
"Era un delincuente con un largo historial delictivo, y nunca debió abandonar la prisión", llegaron a decir fuentes policiales. "Era malo desde que nació. Lo lleva en la sangre", asegura un vecino de Cantarroja (Alicante), lugar donde vivía con su familia, mientras destroza a mordiscos el extremo de un puro de apestoso olor.
"Antonio nos pegaba a todos, a mi madre le rompió los dientes", dice Dolores Anglés Martins, Kelly, una hermana del delincuente, de 28 años, que aún sueña con ser bailarina. "Era raro, solitario, sufría de los nervios... tal vez incluso de algún grado de esquizofrenia", continúa, "y es listo, fantasioso, muy agresivo y, si no consigue lo que quiere, no duda en lesionarse o lesionar. Yo tenía miedo de que me rajara". La orden de busca y captura contra Anglés no impidió que estuviese implicado en uno de los crímenes múltiples más crueles de la historia reciente de nuestro país.


LA INCLASIFICABLE KELLY ANGLÉS

TRES CHICAS

El lugar donde se cometió el triple asesinato parece formar parte de un mundo extraño, moribundo. Un escenario, que no un paisaje, hecho trizas por la memoria. Huele a jara y a desolación. A erial y polvareda.
La partida de La Romana es un secarral perdido en medio de la nada, a medio camino entre la presa de Tous, el embalse de Millares y el río Júcar. Treinta kilómetros la separan de Alcàsser (Valencia). Casi una hora de camino, por una pista de tierra, desde la carretera entre Carlet y Lombai hasta el lugar donde tuvieron lugar los acontecimientos. Una hora entre raquíticos pinos y monte bajo, a 420 kilómetros de altura sobre el nivel del mar, que conduce al escenario del crimen.


LA ROMANA

Hasta ese lugar inhóspito llevaron Antonio Anglés y Miguel Ricart, y tal vez otro individuo más, a Miriam García, Desirée Hernández y Antonia Gómez, la noche del viernes 13 de noviembre de 1992. Habían recogido a las tres chicas cuando hacían autoestop entre las 20,10 y las 20,20 de la noche junto a la gasolinera de un pueblo llamado Picassent. Una señora, que contempló cómo subían a un coche blanco matrícula de Valencia, fue la última persona que las vio con vida.


"EL RUBIO" MIGUEL RICART TÁRREGA

Miguel Ricart Tárrega, El Rubio, cómplice y coautor confeso del múltiple asesinato, nació en 1969. Sólo tenía antecedentes por robar coches. Conducía el automóvil. Seguramente les mintieron, diciendoles que las llevarían a la discoteca Color's. En realidad se encaminaron hacia el paraje apartado que Anglés había elegido para realizar una orgía con drogas, alcohol y niñas.
Las golpearon durante todo el camino. Y las arrastraron hasta una caseta semiderruida, donde las apalearon de nuevo. En ese momento notaron la respiración jadeante de los carniceros sobre sus rostros, la mirada sangrienta de unos asesinos consumidos por la bebida y las drogas duras. Uno de los autores del crimen, que según demostraron los análisis forenses no es Ricart, viola anal y vaginalmente a Toñi.
Después le introduce un palo por el recto. Ricart viola vaginalmente a Desirée y, después de eyacular, ayuda a alguien a que la penetre vaginal y analmente. Cuando culminan la violación busca un palo y también se lo introduce por el recto.


PANFLETO DE BÚSQUEDA DE LA ÉPOCA

Ricart se toma un descanso y regresa a la civilización para reponer fuerzas. Compra bocadillos y agua en un bar de un pueblo próximo llamado Catadau. Después de cenar se dirigen hacia Miriam. Repiten con ella las vejaciones y torturas que ya habían hecho con sus dos amigas. Ricart se limita a ayudar a que otro la viole. Agotados por esta sobredosis de violencia en estado puro, los futuros asesinos atan a las niñas y se duermen, ajenos a sus gemidos de dolor y pánico.

PIEDRAS Y PALOS

Sábado 14 de noviembre. Sale el sol, y los violadores llevan a las niñas hasta una fosa que tienen excavada desde hace días. Las golpean de nuevo. A Desirée le arrancan el pezón derecho con unos alicates. Las niñas gritan horrorizadas y desesperan a sus secuestradores, que las golpean primero con piedras y luego con palos. Alguien saca un cuchillo de montería y apuñala dos veces en la espalda a una de las niñas. Continúan los lamentos.
Cansados del macabro juego y de los chillidos de sus víctimas, los asesinos deciden poner fin a su agonía. Alguien que no es Ricart dispara un tiro con una pistola del nueve corto en la cabeza de cada una de las niñas. La palpitación de la vida abandonó definitivamente esa dolorosa masa de cuerpos maltratados antes de mediodía.
El 27 de enero de 1993 un apicultor que cuidaba sus panales dio de bruces con un macabro hallazgo. Un brazo, humano, con un reloj blanco en la muñeca, salía del suelo. España entera se estremeció de dolor y rabia al conocer la noticia: las niñas de Alcàsser, por las que tanto habían llorado y suplicado sus padres, habían sido torturadas, violadas y asesinadas en un escalofriante ritual.

LA FUGA

La pista de Anglés se perdió para siempre en Minglanilla (Cuenca), donde abandonó al conductor de una furgoneta al que previamente había secuestrado encañonándole con un arma. Comenzaron a llover rumores sobre su fuga. Algunos dicen que le vieron en Lisboa, lugar al que había llegado en compañía de un narcotraficante fronterizo. Otros aseguran haberle observado descender de un mercante de bandera brasileña en el puerto de Montevideo. Los investigadores dan más crédito a los que afirman que podía haber muerto en el puerto de Dublín, al lanzarse por la borda de un barco, el City of Plymouth, en el que había embarcado como polizón.
"¿Usted vio el cadáver de Anglés?", dice con un mal disimulado gesto de rabia el responsable del cementerio municipal de Alcàsser. "¿No lo vio, verdad? Yo tampoco. Pues entonces está vivo. Ese asesino miserable está vivo y suelto. Si los hubieran puesto desnudos en la plaza del pueblo el día que los cogieron...".
Un abogado de escasa reputación se vio implicado en el montaje más absurdo y lamentable de todo el caso: la falsificación del personaje de Anglés. El desaparecido diario Ya anunció a bombo y platillo haber descubierto al delincuente en Brasil, llegando a publicar fotografías y una entrevista. Todo era mentira. Un burdo montaje que sólo sirvió para añadir más miseria a una historia cargada de dolor y manipulación.
Durante meses, el mundo de la televisión se nutrió con la casquería que le llegaba de Alcàsser. Alcanzó las cotas más bajas de calidad y respeto en el programa Esta noche cruzamos el Mississippi. La Audiencia Provincial de Valencia se quejó de la "agresión continuada" de este espacio, y de la "incongruente estrategia" llevada por Fernando García, padre de Miriam y defensor de una teoría según la cual tras los asesinatos se ocultaban oscuras tramas y personajes importantes.
Los magistrados quisieron no dejar lugar para la duda: nada de redes de pederastas, películas snuffs o dobles enterramientos. Miguel Ricart Tárrega fue condenado a 170 años de prisión en agosto de 1997 por rapto, violación, tortura y asesinato, y a pagar 50 millones de pesetas a cada una de las familias de las niñas. La justicia reconoce que también participó en los crimenes "un varón identificado y que no se encuentra a disposición del tribunal, y, posiblemente, alguna persona más".

Ver mi Blog sobre el caso acá EL CRIMEN DE ALCÁSSER

Ver nota acá link

No hay comentarios:

Publicar un comentario