miércoles, 13 de julio de 2016

Escenas memorables del cine. "La siciliana", Amor a quemarropa (1993). Dennis Hooper Vs, Christopher Walken por primera y única vez en la historia.


"La Siciliana", Subtítulos en español (activarlos)



"La Siciliana", doblada español escena completa


"Todo buen cinéfilo tiene que ver si no lo ha visto ya la espléndida secuencia de la película Amor a quemarropa. La secuencia en cuestión es cuando un impresionante Christopher Walken llega a la rulot donde vive Dennis Hopper.



Walken va acompañado de sus matones y van en busca de Clarence y su reciente esposa. Retienen a Hopper para preguntarle donde está su hijo, y es aquí donde se produce un dialogo fascinante como muy pocos hay en el cine entre dos monstruos de la interpretación.

No tiene desperdicio. La secuencia dura 9 minutos y 50 segundos pero vale la pena el diálogo que mantienen entre los dos, sobre todo cuando empiezan hablar de los sicilianos. Unos primeros planos espléndidos entre los dos con una neblina de humo de los cigarros que están fumando. Y todo esto va acompañado de la magnífica banda sonora original."

"Uno de los puntos fuertes de esta gran película lo encontraremos en el brillante y locuaz guión, repleto de ingeniosos e hilarantes diálogos–marca de la casa–,escrito por un neófito  Tarantino, que se muestra en estado de gracia,más suelto y “sembrao” que nunca. Por cierto, el bueno de Quentin cobró por este guión la “ridícula” suma de 5000 dolares.




Pero otorgarle todo el mérito de la incuestionable calidad de este film al guión sería del todo injusto, pues ‘True Romance’ tiene virtudes para dar, vender y regalar. Sin duda alguna, una de las señales de identidad de esta obra y uno de los muchos motivos por los cuales este film resulta tan redondo es el gran trabajo que realizan todos–y cuando digo todos quiero decir todos–los interpretes: Gary Oldman está sensacional, Patricia Arquette nos brinda las pinceladas necesarias de belleza, sensualidad y ternura, Brad Pitt–en un papel breve pero resultón — actúa de alivio cómico, incluso  Christian Slater con lo limitadito que es cumple como un campeón. Pero si hay dos interpretes en este film que merecen ser encumbrados a lo más alto, esos dos actores son sin ningún atisbo de duda Christopher Walken y Dennis Hopper. Estos dos monstruos, a pesar de no gozar de demasiados minutos en pantalla, nos obsequian, como aquel que no quiere la cosa, con una de las escenas más emblemáticas, apasionantes, profundas, trágicas, hipnóticas y memorables del cine contemporáneo. Y no, no estoy exagerando para nada al regalar semejantes adjetivos, esta antológica escena tiene todo lo que hay que tener para emocionar y cautivar por completo al espectador. Es un alarde de talento por parte de un sorprendentemente motivado Tony Scott, que seguramente se ve contagiado y embelesado por la espontánea e inevitable química que nace entre Walken y Hopper.Y si a un conjunto de genialidades encontradas le añadimos la locuacidad–en este caso más sagaz y contenida de lo habitual en él– de Quentin Tarantino, el dramatismo de los acontecimientos que se narran, y el  tan desconcertante  como coherente acompañamiento musical del tema ‘Dúo de las Flores’  de la ópera  Lakmé   creada por Léo Delibes  ¿Qué tenemos? Pues un regalo para los sentidos, una genial escena tan brillante que es capaz por si sola de engrandecer  a un film. Pero dejémonos de insulsas palabras, es mejor que lo disfrutéis como verdaderamente se merece.Bon apettit."




"Una vez acabé la primera parte del artículo retorné a la peli. Entonces llegó la escena de los sicilianos en la que llevaba un rato pensando. Christopher Walken (Vicenzo) y Dennis Hopper (Clifford Worley) interpretan una de las mejores escenas de la película.

Alabama no traicionará a Clarence a lo largo de la película, ni nunca jamás, porque se ha enamorado. El amor de su padre es igual de altruista. Clifford preferiría la muerte, y la tortura, antes de decir a donde ha ido su hijo. Vicenzo le pregunta dónde está Clarence. Es el principio de la escena. 

No hay planos geniales, ni enfoques especiales, aunque estaría bien. Los dos actores sólo necesitan sentarse frente a frente. Se respetan, al igual que los personajes.


Todo lo que viene ahora es para sentarse y disfrutar el séptimo arte. La conversación que pensó Tarantino la magnifican estos actores.

Una escena llena de delirio que termina en risas falsas, con un gesto de tristeza de Clifford que sabe lo que va a ocurrir, pero se marcha de este mundo con la dignidad intacta. Hopper y Walken consiguen interpretar el diálogo y mostrar al espectador lo que sienten sus personajes, muy distinto a lo que están contando y gesticulando."







Diálogo completo

Coccotti: ¿Sabe usted quién soy, señor Worley? 
Clifford: Tengo que rendirme. ¿Quién es usted?
Coccotti: Soy el vengador y estoy de un humor de perros. Dígale a los ángeles cuando llegue al cielo que jamás había visto el mal tan personificado como lo vio en el rostro del hombre que lo mató. Me llamo Vincent Coccotti, soy asesor del señor Blue Lou Boyle, el hombre al que su hijo robó. Se que en otro tiempo usted fue policía, así que supongo que habrá oído hablar de nosotros. ¿Estoy en lo cierto?
Clifford: He oído hablar del tal Boyle. 
Coccotti: Estupendo. Espero que eso elimine la pregunta que se habrá hecho sobre de qué le estoy hablando. Jugaremos a preguntas y respuestas, y a riesgo de parecer redundante, le ruego que sus respuestas sean sinceras. ¿Quiere un cigarrillo?
Clifford: No 
Coccotti: Yo también tengo un chico de la edad de su hijo. Imagino lo doloroso que esto será para usted, pero Clarence y esa zorra que le acompaña se han buscado esto ellos solitos. Así que le imploro que no siga ese camino con ellos. Siempre puede consolarle el hecho de que no tenía elección. 
Clifford: Oiga, me gustaría ayudarle si pudiera, pero hace mucho que no veo a Clarence. 
Coccotti: ¿Ve este puño? (le golpea en la cara). Duele, ¿verdad? Que te partan la nariz es algo horrible. Notas cientos de punzadas en el cerebro y los ojos se te llenan de lágrimas. No es nada divertido, pero lo que yo quiero ofrecerle es lo mejor que va a conseguir. Y tiene la ventaja de que será rápido. Hablamos con sus vecinos, vieron un cadillac de color granate, y Clarence tiene un coche igual. Por lo visto ayer estaba aparcado aquí. Señor Worley, ¿ha visto a su hijo? 
Clifford: Le he visto. 
Coccotti: No estoy seguro de lo que le habrá contado así que, por si acaso no estuviera usted informado, le ilustraré un poco. Esa zorra con la que anda su hijo tenía un chulo que era mi socio, porque además de tener una agencia de nenas trabajaba para mí en calidad de correo. Bueno, al parecer, esa zarrapastrosa averiguó que íbamos a hacer un negocio, porque su hijo llegó al club en plan vaquero, pegando tiros, y no paró hasta cerciorarse que todos estaban muertos. 
Clifford: ¿De qué coño está hablando? 
Coccotti: De que mató a mi socio, y robó una maleta con droga. Luego huyó de allí. Se habrían salido con la suya, pero su hijo, el muy capullo, se dejó su permiso de conducir en la mano del muerto.(Risas) 
Clifford: Perdone, pero no le creo. 
Coccotti: Eso a mí no me importa. Lo que me importa realmente es que yo le crea a usted. ¿A dónde han ido? 
Clifford: Están de luna de miel. 
Coccotti: Vaya, me cabrea hacer la misma pregunta por segunda vez. ¿A dónde han ido? 
Clifford: No me lo dijeron. Espere un momento y escúcheme. No había visto a Clarence desde hacía tres años. Ayer se presentó aquí con una chica. Dijo que se habían casado. Lo único que quería era algo de dinero en efectivo para irse de luna de miel. Quería que le prestase 500 dólares. Le dije que le ayudaría y le hice un talón. Luego desayunamos juntos y esa fue la última vez que le vi. Puedo asegurarle que ni ellos me dijeron dónde iban ni a mí se me ocurrió preguntarlo. (Uno de los acompañantes de Coccotti, saca una navaja y le corta la palma de la mano a Clifford, a la vez que le echa alcohol en la herida) 

Coccotti: ¿Sabe? Los sicilianos son grandes embusteros, los mejores del mundo. Yo soy siciliano, mi padre era el campeón del mundo de los embusteros sicilianos. Al crecer con él, aprendí cómo hacerlo. Hay diecisiete cosas distintas que uno puede hacer cuando miente, quien quiera descubrirle tendrá que averiguar las diecisiete formas. La mujer tiene veinte, el hombre diecisiete, pero, si las conoces como conoces tu propia cara, puedes mandar todos los detectores de mentiras al infierno. Lo que intentamos ahora es el juego de mostrar y contar, y usted no quiere mostrarme nada pero así lo cuenta todo. Sé que usted sabe donde están, así que dígamelo antes de que le haga sufrir, porque de morir no se libra. 
Clifford: ¿Podría fumarme uno de esos cigarrillos? 
Coccotti: Claro 
Clifford: ¿Tiene una cerilla? No, espere, no se moleste, yo tengo. Usted es siciliano, ¿eh? 
Coccotti: Sí, siciliano. 
Clifford: ¿Sabe? Yo leo mucho. Sobre todo cosas ocurridas en la historia. Para mí es algo fascinante, y hay un hecho que no sé si usted conoce. Los sicilianos descienden de negros. 
Coccotti: No, no entiendo. ¿Cómo? ¿Cómo ha dicho? 
Clifford: Bueno, es un hecho, sí. Verá, los sicilianos tienen sangre negra bombeando en sus corazones. Y si usted no me cree, documéntese. Hace cientos y cientos de años, los moros conquistaron Sicilia. Y los moros son negros. 
Coccotti: Si. 
Clifford: Verá, por aquel entonces los sicilianos eran como los espagueti del norte de Italia, sí, tenían el pelo rubio y los ojos azules. Sin embargo, los moros invadieron la isla y, bueno, cambiaron todo el país. Se aparearon tanto con las mujeres sicilianas que cambiaron la línea sanguínea para siempre. Por eso, el pelo rubio y los ojos azules se convirtieron en pelo negro y piel oscuro. ¿Sabe? Me resulta absolutamente asombroso pensar que hoy en día, cientos de años después, los sicilianos todavía llevan esos genes negros. Le aseguro (ante las risas de Coccotti), no en serio, estoy citando la historia, está escrito, es un hecho, está escrito. 
Coccotti: Me encanta este tío. 
Clifford: No, en serio. Sus antepasados son negros. (Risas) Sí. Y su tataratataratataraabuela se folló a un negro. Y tuvo un hijo mulato. En serio. Es un hecho real. Dígame, ¿cree que miento? 
Coccotti: No 
Clifford: Porque usted es medio berenjena (Más risas) (Coccotti ríe a carcajadas) 
Clifford: Y él, y él, y él. (Señalando a los demás) 
Coccotti: Y usted un melón (Risas) Menudo tipo! (Se levanta y le besa en la mejilla). Increíble!. Dámela (señalando la pistola de uno de sus acompañantes). (Dispara varias veces a Clifford). No había matado a nadie desde 1984.

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