sábado, 30 de julio de 2016

Documental que retrata la vida del sanguinario Gonzalo Rodríguez Gacha (El Mexicano), el único narco que Pablo Escobar temía.



Tras los rastros de Gacha
Por: Juana Restrepo julio 24, 2013

En Pacho, Cundinamarca, su recuerdo prevalece como un fantasma. ¿Qué queda del imperio del mafioso que ...

Hace algunos años la corriente del Rio Negro se llevó parte de las bóvedas del cementerio de Pacho, Cundinamarca. Entre esas tumbas estaba la de Gonzalo Rodríguez Gacha, el segundo “Patrón”, después de Pablo Escobar, de la droga en los años ochenta en Colombia. Por la cabeza de “El Mexicano”, como le decían, se ofrecieron hasta 500 millones de pesos.

El 17 de diciembre de 1989, dos días después de la muerte de Gacha, se celebró en Pacho un multitudinario entierro. Hace siete años también empezó a correr el rumor de que la familia de Gacha se había llevado el cuerpo o que alguien se lo robó. La tumba con sus restos en Jardines de Esperanza desapareció y una serie de familiares en el 2005 lo notificaron a las autoridades.


“Quitarle a Gacha el caballo era como quitarle un hijo”



Para llegar a Pacho se debe pasar por el páramo de Puente de Lata, un lugar con varias fuentes hídricas y una vegetación variada. En la taberna del club Túpac Amaru, a las afueras del pueblo, trabaja Arnoldo Gómez, que arreglaba la maquinaria para las haciendas del mafioso.

En el bar, el trabajo de Arnoldo es poner música. No le gusta el reguetón, prefiere las letras de Alci Acosta o Pastor López. Nos sirve unos tragos en la taberna que el ‘Patrón’ diseñó hace muchos años.


Túpac Amaru, el caballo del millón de dólares, está colgado en el bar del club que lleva su nombre.

En el bar se exhibe como un trofeo la cabeza disecada de Túpac Amaru, el caballo del millón de dólares, que perteneció a Gacha y fue más perseguido que su propio dueño. Hoy no es sino un adorno del lugar, al igual que el cuero y sus patas, que cuelgan de las paredes del lugar.

“Las personas no creían que fuera Túpac. El caballo con el título de jefe de raza y a sus 10 años de edad el número uno del mundo. Así que colgué las patas, para que las comparen con las fotos. Es el mejor caballo que he conocido. Mansito como un perrito. Dormía en un tapete y hacia sus necesidades en el aserrín, por eso el patrón lo quería más que a un hijo”.
El caballo tiene a su lado una placa que dice: “Color Zaino. Nació el 5 de junio de 1978 y murió el 19 de abril de 1994. Padre: Medellín, Madre: Cachula. Símbolo de Pacho y orgullo de su propietario”.

La forma en la que Túpac Amarú llegó a manos de Gacha aún es un mito, pero muchos aseguran que pagó por este un millón de dólares a Camilo Zapata, dueño del Castillo Marroquín. Zapata era conocido por ser un hombre “esotérico”, contrataba docenas de brujos y pitonisas. Acumuló una inmensa fortuna junto al “Mexicano” y era uno de los traficantes más poderosos del cartel de Medellín. El castillo de Zapata tenía en su época un pequeño conjunto residencial, estación de servicio, motel, discoteca, boutique, criadero de caballos y una capilla. Además, este traficante, que lavaba dinero a través de diversas empresas, era, antes de ser abatido, uno de los hombres más ricos del país.

La pesebrera de Túpac en la hacienda La Chihuahua tenía 25 metros cuadrados, espejos en las paredes, bebedero automático, estantes para poner sus trofeos y un veterinario disponible las 24 horas del día, entre otros lujos. También, algunos habitantes de Pacho afirman que el caballo vivió en un apartamento en el norte de Bogotá cuando lo escondían de las autoridades que buscaban al “Mexicano”.

Al caballo le hacían piñata y le partían ponqué cuando cumplía años. Solo era permitido que lo montaran Gacha y Víctor, uno de los mejores chalanes del país. Las yeguas con las que Túpac se cruzaría eran escogidas por el propio “Mexicano”. La sola montada podía costar un millón ocho cientos mil pesos de la época.

Túpac murió cuatro años después que su dueño de una colitis, aunque algunos afirman que fue de pena moral. La esposa de Gacha, Gladyz Edilma Álvarez Pimentel, de quien se dice no quería mucho al caballo, pidió enterrarlo “sin ceremonias”. Fue el sobrino de Gacha, Camilo Rodríguez, quien lo disecó.

Arnoldo se emociona al contar las historias de “El Mexicano”. Por eso guarda como un trofeo una revista equina donde aparece su patrón vestido de chalán. Sabe que Gacha no se ha borrado del imaginario de Pacho, un lugar que le pertenecía al capo de una montaña a otra.
Arnoldo Gómez comenzó a trabajar a los 20 años en la hacienda Cuernavaca, del fallecido Gacha. Lo recuerda como un tipo pragmático y serio, sin embargo con su familia siempre fue benevolente. 

Retrato de un hombre con dos caras

Quienes conocieron a Gacha afirman que era un hombre sencillo en su vestimenta. Normalmente usaba tenis, bluyín o driles, y camisas de manga corta. Además, siempre llevaba un sombrero típico de pelo de guama; se dice que tenía una gran colección. Sin embargo, era vanidoso y odiaba la foto con la que lo buscaban como cabecilla del cartel de Medellín porque se le veía una gran quijada. Llegó a pensar en enviar una serie de fotos que seleccionó, entre estas, una en la que aparecía montando a Túpac Amarú, según cuenta Fernando Cortés, en su libro La cacería de El Mexicano.

Cortés también entrevistó a un conocido de Gacha, quien lo retrata así: “Gran amigo y extraordinario enemigo. Se las daba de generoso. De mentalidad militar. Quería dominar la región. Era jugador y mujeriego. Primero no dormía por no tener dinero. Luego no dormía por contarlo y pensar qué hacer con él. Un financista agudo… Era de una sola pieza en su proceder. Nunca cambiaba de ideas tan fácilmente, pero las personas como él tienen dos facetas: son tiernos con sus seres queridos, sus amigos y los pobres, y despiadados con los que odian”.
Uno de los mayores odios de Gacha fue la guerrilla, por eso se ganó el apoyo de los ganaderos del Magdalena Medio. La mayor razón para odiar a los guerrilleros fue que le robaron tres mil kilos de cocaína en el Putumayo, sin embargo su repudio más fuerte nació cuando supo que Karl Marx negaba la existencia del Divino Niño. Fue por eso que trajo a Yair Klein para entrenar autodefensas en el Magdalena Medio.
“Gran amigo y extraordinario enemigo. Se las daba de generoso. De mentalidad militar. Quería dominar la región. Era jugador y mujeriego. Primero no dormía por no tener dinero. Luego no dormía por contarlo y pensar qué hacer con él”.

Lo aficionaban las rancheras (Pedro Infante, José Alfredo Jiménez y Vicente Fernández, de quien se dice le cantó El Mexicano); los caballos y el fútbol. En alguna ocasión, cuando lo buscaban la DEA y el general Maza Márquez, apareció en El Campin de Bogotá para un partido de su equipo, Millonarios, en la Copa Libertadores.

En una entrevista con Germán Castro Caycedo, El Mexicano dijo: “Yo no creo que la gente vaya a tener miedo de mí porque lo que he hecho con el pueblo de Pacho es, lo primero, ser muy humanitario. Que lo puede decir mucha gente.” En cuanto al equipo de fútbol Millonarios expuso: “Llevé a Millonarios y a Santa Fe a jugar a Pacho. Les he dado oportunidad a muchos muchachos para que vengan a la profesional aquí a Millonarios… ¿Porque habla usted de Millonarios? Sí, yo soy el tercer socio”.
Gacha repartió dinero entre los damnificados del terremoto de Popayán y a la vez maquinó atentados como el del DAS, en el que mató a alrededor de setenta personas. Además, se decía que el propio Pablo Escobar profesó por el mexicano una especie de temor reverencial. Gacha era el brazo logístico que garantizaba la ejecución de los crímenes, entre los que se calculan cinco mil víctimas, las más conocidas fueron Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano Isaza, Jaime Pardo Leal y Luis Carlos Galán.

En el libro de Cortés el general Miguel Maza Márquez, ex jefe del DAS, dice: “Para mí el mexicano sigue siendo el número uno, por encima de Pablo Escobar. Este señor estaba preparado para hacer de Colombia yo no sé que cosa. Es increíble. Todas sus fincas estaban llenas de oro y plata, y de dólares más que todo. Y todavía hay más, porque parece que existe una montaña de oro y dólares aún no descubiertas”.

El otro Patrón

Gacha era considerado el otro ‘Patrón’, después de Pablo Escobar. Su muerte fue uno de los grandes logros del presidente Virgilio Barco (1986-1990). Gacha era el “ministro de guerra” de Escobar. Se le atribuyen los atentados a El Espectador y al edificio del DAS, entre otros hechos. Con un ejército paramilitar llegó a controlar la región de Pacho y parte del Magdalena Medio y los Llanos Orientales.

Esta moto enchapada en oro es uno de los bienes que le incautaron a algunos de los cómplices de El Mexicano. 

El Mexicano nació el 28 de mayo de 1947 en la vereda Veraguas (cerca a Pacho) en una familia campesina que hacía quesos para sostenerse. Su fascinación por la cultura azteca, que le dio el alias, aumentó con los años y los viajes a México; se vestía de charro, escuchaba rancheras y a sus propiedades más queridas les ponía nombres como Cuernavaca, La Chihuahua, La Sonora y Mi Mazatlán.

Gacha fue recolector de café, ayudante de camión, aprendiz de torero y vendedor en San Victorino. A pesar de esto, en menos de dos décadas juntó una incalculable fortuna.

El 20 de junio de 1988 fue escalafonado por la revista Forbes como uno de los veinte empresarios más ricos del mundo y se afirmó que se ganaba 230 mil doláres por minuto. A inicios de los años setenta trabajó con Gilberto Molina Moreno, uno de los zares de las esmeraldas en Boyacá (a quien mandaría a matar después). Después se unió a Pablo Escobar para traficar drogas y en el 76 ya era parte del grupo de los extraditables.

¿El mayor terrateniente del país?

El Mexicano volvió a finales de los años setenta a Pacho con un maletín negro, que contenía 50 millones de pesos. En ese momento era un ‘don nadie’, que empezó a comprar propiedades para darse a conocer en este lugar, donde los expresidentes de Colombia tenían grandes casas de descanso. Con los años, Gacha era el más rico del pueblo e incluso la policía cerraba las calles por donde pasaba para que se sintiera a sus anchas.

Una de las propiedades más representativas fue la discoteca Chihuahua, en la plaza central de Pacho; al frente de la iglesia y de la alcaldía. Allí se sentaba en el balcón a tomar whisky con sus amigos.

En ese mismo sitio funciona actualmente un bar y restaurante que conserva el nombre Chihuahua VIP. Sus dueños no quieren hablar de Gacha, como muchos en Pacho, y no permiten entrar al segundo piso, donde está el legendario balcón de “El Patrón”.
Gacha era dueño de 34 empresas y 21 haciendas, entre otros bienes como caballos y gallos de pelea. Cuando murió terminaron la iglesia que en vida financió. 

“El pueblo no ha podido superar toda esa violencia, es mejor hablar de las cosas buenas”, afirma Edwin Ortiz Fernández, alcalde de Pacho, quien admite que el tema se tiene que tratar, pero con suma “delicadeza”.

En los años ochenta la fortuna del Mexicano se multiplicó rápidamente. La inmensa cantidad de bienes que acumuló lo convirtieron en uno de los grandes terratenientes del país. Se cree que alcanzó a tener más de 116 propiedades, entre fincas, casas, apartamentos, lotes y vehículos, avaluados por más de 40 mil millones de dólares (845 mil millones pesos actuales).

Su casa en el barrio Chicó, de Bogotá, estuvo llena de excentricidades. Tenía enchapados en oro, porcelanas de cristal checoslovacas, tapices persas, pisos de mármol romano y paredes forradas con seda italiana. Estaba avaluada en 1.200 millones de pesos de la época. Los rollos de papel higiénico eran importados de Italia y tenían estampados del Nacimiento de Venus, de Botticelli.

Era dueño de 34 empresas y 21 haciendas. Tenía dinero en bancos de Londres, Panamá y Suiza. Entre sus bienes más preciados estaban 40 gallos de pelea y una pistola de oro decorada con imágenes de Túpac Amaru, que le regaló un cantante de racheras mexicano. En su oficina brillaba el lema del boxeador Kid Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”.

Tras su muerte el bien más buscado era un maletín negro, en el que se dice, guardaba las claves de sus cuentas en el exterior.

Cuernavaca: el tesoro del Mexicano

Cuernavaca está a 10 minutos de Pacho. Era la finca más lujosa de Gacha. Actualmente parece abandonada. Solo hay un cuidandero y familias de desplazados, a quienes el Incoder les cedió unos predios.

Antes de entrar a la hacienda hay un enorme abismo que les permitía a los hombres de seguridad del ‘Patrón’ vigilar desde un extremo de la montaña.
Cuernavaca era una de las fincas más importantes de El Mexicano. Aquí se reunía con Pablo Escobar. 

Esta finca, de más de 400 hectáreas, tenía gimnasio, jacuzzi, piscina, capilla, helipuerto, pesebrera (para 50 caballos), cancha de fútbol y un lago de gansos. Lo único que no alcanzó a construir el ‘Patrón’ fue una pista de aterrizaje, como la que Escobar tenía en la hacienda Nápoles.

La entrada está infestada de árboles con ‘Barbas de viejo’ que ocultan el paisaje y le dan una cálida belleza. En su cancha de fútbol jugó Millonarios. Un montón de gallinas y gansos reemplazan hoy al fútbol, a un lado se ven los camerinos totalmente corroídos.

Arnoldo saca un viejo celular de su pantalón. “Trabajé para Gacha, pero mire mi celular”. Lo dice porque ni él, ni su hermano -que era el jardinero de la hacienda- se aventuraron a saquear la finca, como sí hicieron varias personas en Pacho cuando murió Gacha.

“El sueldo con el patrón era el mínimo, pero los empleados teníamos todas las prestaciones. A los que no le cumplieran a la mujer y los hijos él les congelaba el sueldo”, cuenta Arnoldo, quien recuerda al ‘Patrón’ como un hombre serio, bajito, con nariz aguileña y cejas pobladas. También se dice de Gacha que a los mejores seis empleados los enviaba a Estados Unidos con pasaporte, sueldo y residencia.

Era un hombre calculador y callado. Cuando se salía de quicio todos temblaban a su alrededor. “Era un tipo templado”, dicen sus exguardaspaldas”, “era despiadado y bárbaro”, afirmaban las autoridades.
Su esposa Gladys Álvarez Pimentel tenía este spa con todos los lujos. Actualmente cada rincón de la propiedad está en ruinas. 

Cuernavaca tiene un lago -que antes estaba lleno de gansos-, y las ruinas de un kiosco, en donde Gacha jugaba billar con sus socios. Al lado está el antiguo spá que el patrón le construyó a ‘Doña Gladys’, con sauna, turco y una chimenea en la mitad. Es uno de los sitios más dinamitados por los buscadores de guacas. Encima del spá hay una inmensa piscina y un tablado en donde, según Arnoldo, a Escobar y al Mexicano les gustaba sentarse a tomar.

Aunque Gacha tuvo un primer matrimonio, Doña Gladys, su segunda esposa, es la que más se recuerda. Él le llevaba 15 años y con ella tuvo tres hijos; que tenían 9, 7, y 3 años cuando El Mexicano murió. “Era una señora de Medellín. Hermosa, con mucha clase”, recuerda Arnoldo. Dicen que cuando la mujer del “Patrón” iba a la piscina Gacha obligaba a todos sus hombres a que se dieran la vuelta para no verla.

Gacha también tuvo otro hijo con Luz Mary Celades. La mamá del niño se lo entregó para que lo criara. Era Freddy Gonzalo Rodríguez, su más cercano aliado, y quien murió junto a él, antes de cumplir los 18 años. Según Arnoldo, “era muy activo, pero con unos fuertes pensamientos de guerra”. La otra familia de Gacha eran sus hermanos, que aún viven en Pacho, pero no les gusta hablar de él.

La casa de esta finca aún está pintada de blanco y es bastante sencilla, aunque amplia: con más de diez cuartos. Gacha se la compró a Luis Pinto, un exgobernador de Santander. Allí trabajaban ocho señoras en la cocina y cuatro empleados en el vivero. Al lado de la capilla había varias habitaciones para algunos de los personajes de “La especial”; el grupo de seguridad del Patrón. En total era un ejército personal de casi 120 personas. “Los tipos tenían mal aspecto; daban miedo y estaban armados hasta los dientes; con pistolas en la cintura y fusil en la mano”, cuenta Arnoldo.

En la sala hay un televisor destruido, del que se dice, sacaron una buena cantidad de dinero. Por todos lados hay espejos: en los baños, corredores y cuartos. Parecían ser la obsesión del “Patrón”. Así mismo, en cada habitación hay un hueco en el piso, dejado por los guaqueros, además de murciélagos que habitan los rincones.

Hace más de una década el ejército decomisó en Cuernavaca dos guacas con más de 10 millones de dólares. Al parecer, el lugar favorito de Gacha para esconder la plata era debajo de las casas de los trabajadores o en la capilla, en la que realizó muchos ritos esotéricos con brujas.
Esta es la cancha en la que jugaba el equipo de fútbol Millonarios. Gacha era uno de sus accionistas mayoritarios y “traía a los muchachos a jugar los fines de semana” para diversión de todo el pueblo de Pacho.

También en Mi Mazatlán, el 13 de febrero de 1990, los militares encontraron otra guaca con ocho millones de dólares y lingotes de oro que pesaban 27 mil gramos. Los pobladores de Pacho tampoco olvidan la corriente de dólares que atravesó la quebrada San Miguel después de que unos militares escondieran una caleta y la corriente se la llevara: los pescadores se tiraron a recogerlos, pero la corriente se llevó casi todos los dólares. Sobre El Mexicano se dice que hacía túneles entre las haciendas, porque dormía en varias de ellas. Él mismo ayudaba a construir las caletas.

En la parte trasera de la casa de Cuernavaca había un lago en donde se buscó la guaca más grande. Se decía que allí se escondía el dinero recogido por los extraditables para pagar la deuda externa.

Gacha, quien salía en la madrugada a ver el ganado, volvía a las 8 a.m. para hablarles a los empleados desde el balcón de su habitación. Las charlas también eran frecuentes en las fechas especiales. “En Navidad nos daba ropa y nos decía que cumpliéramos juiciosos con las labores: eso hacía que nos gustara trabajar para él”, cuenta Arnoldo. En esas grandes fiestas salía con su sombrero y chamarras a dar una vuelta por el pueblo. En cada local de Pacho se escuchaba música ranchera o norteña, porque todos tenían algo que ver con él.
En las propiedades de El Mexicano se han encontrado guacas de hasta 8 millones de dólares. Se cuenta que él mismo las diseñaba y armaba.

Su muerte

Virgilio Barco contestó y al otro lado de la línea el general Carlos Casadiego, subdirector de la Policía, le dijo: “Presidente, misión cumplida”. Barco no entendió muy bien. “Hemos dado de baja a Gonzalo Rodríguez Gacha”, aclaró el militar. Incrédulo, el primer mandatario preguntó: “¿Están totalmente seguros?” “Completamente, señor Presidente”. “Muchas felicidades”, fue la despedida.

Esta fue la forma en la que la revista Semana narró años después, en su artículo El fin de El Mexicano, la muerte de Gacha; el mayor motivo de orgullo para el presidente Virgilio Barco, en medio de su poco exitoso gobierno.

Después de la muerte de Luis Carlos Galán, Gacha tuvo que huir. Se encontraba en Cartagena cuando se enteró que las autoridades sabían de su paradero. Se escapó a su finca El Tesoro, entre Tolú y Coveñas, el 15 de diciembre de 1989. Estaba con su hijo Freddy y cinco guardaespaldas.

Gacha no contaba con que uno de sus hombres de confianza, Jorge Velásquez, alias ‘El navegante’, lo había delatado. En la operación Apocalipsis había más de 30 comandos élite de la policía y dos helicópteros dirigidos por los generales Miguel Gómez Padilla, Octavio Vargas y Miguel Maza Márquez.

En una huida apresurada, con un helicóptero a sus espaldas, Gacha huyó hacia unos platanales. En medio del escape se le enredó el cuero cabelludo en un alambre y solo pudo responder con algunos disparos.

De ese momento existen dos versiones: una, que el artillero del helicóptero le disparó en un pie y que después otra bala calibre 7.62 le desfiguró el rostro y lo mató. La segunda, del propio ‘Navegante’ (que se encontraba en uno de los helicópteros), sostiene que Gacha se suicidó al verse acorralado y a su hijo muerto. Antes de morir le hizo una señal de pistola a los policías. El único objeto de valor que le encontraron fue el reloj Cartier. Tenía 42 años.

“El mayor Leonardo Gallego tuvo una impresión muy fuerte al observar el cadáver de Gacha tendido en el piso. El mexicano portaba una subametralladora humeante, dotado con proveedores pegados con esparadrapo, de tal manera que no perdiera tiempo al utilizarlos. Llevaba un fusil al hombro y una canana con granadas de mano. Las había gastado casi todas en su enloquecido intento por evadir la acción de la justicia”, cuenta el libro La cacería de El Mexicano.
En Pacho aún ronda el rumor de que Gacha, como los grandes ídolos, no ha muerto. Dicen que lo han visto en Nariño tomando Whisky. 

Dos días después, un 17 de diciembre, a Gacha y su hijo los enterraron en el cementerio central de Pacho.

“Esa realidad no la pueden ocultar porque fue algo que vivió este pueblo”, dice Arnoldo, quien asegura que el cuerpo de Gacha duró en el cementerio pocos años. “Lo sacaron de la noche a la mañana. A los pocos días se dieron cuenta. Doña Gladys estuvo dos años presa por testaferrato en el Buen Pastor, pero pactó con el Estado para quedarse con los bienes del patrón en el exterior. Se casó con un abogado y vive fuera del país”.

Arnoldo, y muchos otros habitantes del pueblo, no olvidan el rumor de que al patrón lo han visto en Nariño, en algún lugar, tomando whisky. Dicen que anda por ahí “vivito y coliando”. Que no está en su tumba. Es un rumor frecuente. Incluso, existe un libro dedico al mito: Gacha, El  Mexicano, ¡está vivo! Yo hablé con él, de Fabio Rincón. A los habitantes de Pacho el mito o la realidad los hace sentir como si Gacha aún los vigilara y todavía mandara la parada.

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